Magdalena Valdés

malena

¡Hola! soy Malena Valdés, desde niña fui aficionada a leer sobre los beneficios de las plantas en nuestra salud y el aporte nutricional de los alimentos. Esto debido a que desde pequeña me detectaron diabetes y fui una niña “enfermiza”, por lo que siempre soñé en vivir en salud, sanar sin medicamentos y prevenir todo tipo de enfermedades. 

Mi madre fue una mujer dedicada al hogar, pendiente de que nos alimentáramos lo mejor posible. Procuraba hacernos ella misma nuestros pastelillos, galletas, tortillas… antes que comprar productos empaquetados. Nos procuraba las verduras, frutas y alimentos bajos en grasa y azúcar.  Aunque comíamos de todo.

Por otro lado, mi padre, un hombre amante de la lectura, tenía una gran cantidad de libros de todo tipo, incluidos libros de medicina, trofología, herbolaria, vegetarianismo que, aunque él no era médico y mucho menos vegetariano, los leía. Fueron muchas las veces y muchos los años que observé a mi padre comprando hierbas en el mercado, preparando en la cocina infusiones, decocciones, tinturas y una serie de tónicos y preparados de hierbas, ajos, cortezas y raíces para mantener y restablecer su salud y la de nosotros. 

Así que, aunque comíamos de todo y sin un régimen alimenticio estricto, mis padres hicieron lo mejor que pudieron para mantener a seis hijos sanos de acuerdo a sus experiencias, costumbres y creencias. Aun así… yo seguía de “enfermiza”.

En lo personal, gustaba mucho de leer los libros de medicina natural de mi padre, sentía que a través de hierbas, alimentos naturales y remedios caseros podría dejar atrás tanta enfermedad, dolencia, inyecciones y pastillas. 

Durante mucho tiempo tuve un ritmo de vida muy acelerado. Mi cuerpo empezó a acostumbrarse al estrés y la tensión. Mis hábitos alimenticios cambiaron, tenía que comer fuera de casa y llegaba a restaurantes o tiendas de conveniencia donde un hotdog o unas papas fritas, suplían mi alimento casero. Tiempo después mi ritmo de vida; la alimentación sin un objetivo, sin un régimen, sin ni siquiera hábitos alimenticios definidos, cobró factura.

En el año 2004 a mis 35 años, la vida me dio una llamada de atención… mi vista empezaba a no ser muy buena.  Mi médico me diagnosticó retinopatía diabética irreversible.

Fueron cuatro meses muy duros, la vista cada vez era peor y la sangre de los vasos sanguíneos de mis ojos se extendía y movía constantemente, provocando que no pudiera ver absolutamente nada con mi ojo derecho, además de dolores de cabeza; miedo y depresión que, en ocasiones, me invadían. Hasta que un día llegó algo a mi vida: un producto asiático a base de diferentes tipos de granos de arroz y algas.  Llegué a casa y empecé a tomar el producto. Pasados varios días, tuve cita con el doctor que me operaría y al momento de revisar mis ojos sólo dijo… “buen avance, la operación será un éxito”. 

Un día antes de la operación, me sentía bien, animada y confiada en que todo estaría bien. Por la tarde, pasé por el consultorio del doctor a dejar algunos documentos y aprovechamos para hacer una última revisión y… el doctor revisó minuciosamente mis ojos durante un largo rato, al final, sólo mencionó… “hay que cancelar quirófano y anestesiólogo… ya no requieres operación”…

He aquí el origen de mi pasión por la salud natural, alternativa, complementaria o como quieras llamarla.

Después de esta experiencia, mi lectura e investigación sobre salud natural, beneficios y propiedades curativas de los alimentos, Medicina Ayurvédica, remedios caseros, curación energética, Medicina Tradicional China, etc., se intensificó y empecé mi nuevo camino enfocado a sanar no sólo mi cuerpo, sino todo mi ser de manera integral.

Cuatro años después, empecé a salir con Alejandro, mi esposo. Cuando empezó nuestra relación me llamaba mucho la atención su pasión por la alimentación saludable, su gusto por cocinar y no sólo de él sino de toda su familia. 

Durante nuestro noviazgo me preparó en varias ocasiones platillos exquisitos, con ingredientes naturales, integrales y que al consumirlos no me dejaban una sensación de inflamación, indigestión o pesadez. Empecé a comer platillos que nunca había comido y no en sí por los ingredientes, sino por la forma de prepararlos.

Entre pláticas familiares con la familia de mi esposo, con Alejandro y con todos los estudios e investigaciones que yo había realizado anteriormente, el rompecabezas se estaba armando. Empecé a ver cómo mi vida estaba llegando a un nuevo camino que tenía tiempo de estar buscando.

Ahora conocía no sólo las propiedades de los alimentos y las hierbas, sino que entendí que la forma de preparar, seleccionar y combinar los alimentos también es de vital importancia para nuestro bienestar.

Poco tiempo después de casados y tras cuatro años de la retinopatía diabética, nos vimos en la necesidad de viajar, fue un viaje muy estresado, con muchos desvelos y actividades. Una noche antes de regresar… ¡Oh, no! los vasos sanguíneos de mis ojos volvieron a debilitarse. Durante todo el trayecto de regreso a casa tuve que viajar con mis ojos cerrados. Mi ojo derecho se había llenado nuevamente de sangre. Llegando a Monterrey, fui directamente con mi suegro para iniciar un tratamiento de Trofología, basado en la correcta selección, preparación y combinación de los alimentos el cual, aunque muy estricto y difícil de llevar al principio, lo fui asimilando, más que todo por la mejoría que estaba viviendo… A las tres semanas… ¡Regeneración! La sangre se había retirado, mi ojo, nuevamente, estaba limpio. Sin láser, sin medicamento, SÓLO ALIMENTO.

¡Confirmado!
Se puede sanar sin dolor y sin medicamentos.

Un año después, viví una situación familiar de mucho estrés, tristeza y lutos que se prolongó por casi dos años. Así que los médicos le adjudicaban mi situación al estrés que estaba viviendo por la enfermedad y posterior fallecimiento de mi madre y siete meses después de mi padre; así como el exceso de trabajo que en esos momentos tenía y, los médicos sólo me decían, “cuida tus niveles de azúcar”, “come bien y deja esa dieta que estás haciendo”, “descansa”… pero mi esposo y yo sabíamos que había algo más, pero, lo dejé para después y mi malestar se fue agravando considerablemente.

Finalmente, caí enferma, en cama, con más de 17 síntomas y casi 6 meses encerrada en casa. Sin fuerza, con excesivo dolor, estreñimiento, depresión, inflamaciones, punzadas, calambres, pérdida de cabello, pérdida de masa muscular, incapacidad de leer, entumecimiento de pierna izquierda, movimientos torpes y sistema nervioso sumamente debilitado, entre otras dolencias.  

Este momento de mi vida fue, realmente, mi más grande escuela, aprendí a observar, a integrar pensamientos, emociones, sensaciones… tomé decisiones importantes. Decidí sanar y estar bien, decidí hacer lo que tuviera que hacer para sanar. Decidí vivir.

Y así, fue como mis investigaciones y estudios, mi decisión de encontrar el origen de lo que me estaba pasando y un diario de alimentación que empecé a realizar, me llevaron a encontrar un padecimiento o condición que yo misma ignoraba, que no sabía que existía: enfermedad celiaca (condición celiaca).

Es una condición que consiste en la mala absorción de nutrientes y en la intolerancia al gluten, proteína presente en la mayor parte de los granos y cereales y, además, en la gran mayoría de los aditivos alimenticios de los productos procesados.

Con esto, resultó que muchos de los ingredientes que estaba consumiendo con mis nuevos hábitos alimenticios “saludables” como la avena, el trigo, el centeno, la cebada, el arroz y el maíz, así como algunas semillas, me estaban intoxicando e inflamando mi cuerpo seriamente. 

Fue cuando entendí que no todo alimento es para todos

Así que estudié y experimenté varias formas de alimentación. Que, si bien, todos los seres humanos tenemos los mismos sistemas y los mismos órganos, no todos están en las mismas condiciones. Los diferentes tipos de medio ambiente en los que vive cada ser humano son diferentes, las emociones y reacciones a sus situaciones de vida también influyen en nuestro cuerpo, la actividad diaria y una serie de factores más son importantes al decidir cuáles son los alimentos que debemos ingerir.

Cada uno es diferente, no todo es para todos. Aunque una fruta, semilla o proteína sea saludable y rica en nutrientes, quizás tu organismo no la absorba adecuadamente, pudiendo tener en el futuro una alergia o intolerancia a ella.

Fue así como conocí lo que yo considero la mejor forma de alimentarnos, la Alimentación según nuestro Tipo Sanguíneo, aunado a una correcta combinación y preparación de alimentos y apoyado por herbolaría.

Y esta ha sido mi propuesta durante estos años de consulta, en los cuáles he observado hermosas transformaciones: rostros de angustia y dolor, transformándose en rostros sonrientes; cuerpos cansados, ahora llenos de vitalidad;  mentes confundidas, ahora responsables y optimistas siguiendo un nuevo estilo de vida.
 

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