Hace 40,000 o 50,000 años el hombre era básicamente cazador y su sangre era toda del tipo “O”. Su astucia e inteligencia le permitían ya competir en igualdad de condiciones con otros predadores físicamente mucho mejor dotados que él, y evitar por todos los medios, convertirse él mismo en presa de estos.
Aunque hace ya mucho tiempo dejaron de ser cazadores, los individuos con sangre “O” tienden a poseer una estructura física fuerte y resistente. Y en la mayoría de los casos poseen una estructura ósea robusta.
La población humana era entonces poco numerosa y la caza muy abundante. Una pieza de buen tamaño proporcionaba comida a toda la tribu para varios días.
Durante muchos miles de años la dieta básica del hombre estuvo formada por proteínas y grasas animales, complementadas con algunos frutos silvestres.
Algunas investigaciones han demostrado que, en los Estados Unidos, donde el consumo de carne es muy elevado, los individuos con sangre tipo “O” son los más longevos. Debido a su mayor capacidad para consumir proteína animal y a la fortaleza de su sistema inmunológico y de sus ácidos estomacales. Otra particularidad de la sangre del grupo “O” es que es una sangre muy fina, por lo que la formación de placas y trombos con el consiguiente riesgo de infartos, embolias o trombosis, es poco frecuente en este grupo, cuando se alimenta de la forma correcta.
Entre sus desventajas podemos mencionar que, sus potentes ácidos gástricos, pueden ser contraproducentes cuando no se alimenta con la regularidad adecuada, y ocasionar úlceras.
Los individuos con sangre tipo “O” son más propensos a padecer diversos tipos de alergias e intolerancias alimenticias, especialmente a lo relacionado a granos y cereales y enfermedades inflamatorias como artritis, que puede ser propiciada en este caso por el consumo de papas, jugos de naranja y los productos lácteos.
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